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Castillos del ayer, patrimonio olvidado

Hoy, la escritura se torna poesía para vislumbrar el ayer, la piedra escondida, los castillos olvidados que fueron grandes un día. La letra se vuelve poema para homenaje postrero en el camino de la memoria, de esta patria olvidadiza, que deja atrás su gran historia. Castillos y torres que jalonan el paisaje, que defendieron fronteras, que contuvieron invasiones, que fueron punta de lanza y que construyeron un imperio.

Sirvan estos versos como homenaje a ese gran patrimonio que estamos dejando a un lado, que forma parte de nuestro camino. Por esos Ecos de Leyenda y Piedra que se encuentran desperdigados por montañas y valles de nuestra querida España. Hoy la historia viene en forma de rima, que entre la yedra se esconde llorando la grandeza del pasado.

Ecos de leyenda y piedra

Entre la yedra,

llorando lágrimas de tiempo

y padrino de la piedra,

se vislumbra ausente y portentoso,

callando y silente,

como no queriendo levantar sospechas

de su pasado glorioso. 

 

Entre la yedra,

se esconde de las miradas indiscretas,

herrumbroso, con la humedad lacerante

que recorre su piel desnuda,

de ecos y batallas,

de otras épocas vividas

y almenas olvidadas.

 

Entre la yedra,

musitando la ausencia,

observa el devenir del horizonte

y se queda en su loma, solitario,

cual mole de suspiros anclados en el ayer.

Y allí mismo,

se descubre majestuoso,

entre la frondosa vegetación

del patio de armas,

cobijando el seso dormido

y la razón manipulada,

de troneras invisibles,

fosos inútiles

y un torreón derruido,

símbolo decrépito de tu esplendor.

 

Entre la yedra,

en el paisaje perdido,

duerme el sueño velado,

testigo incólume del poder,

de un gigante de roca,

de una pared impenetrable,

de un bastión apesadumbrado

y de una fortaleza indemne.

 

Entre la yedra,

ya no existe la opulencia ni el hastío,

ni los signos de riqueza,

ni el baile ni la espada,

ni el caballo o la bandera.

Solo existe el reloj cruento,

las llamas de lo antiguo

y un remoto sentido del honor,

que lame las llagas de la flaqueza.

Y solo entre la yedra,

ausente de miradas,

enhiesto latido de la historia,

el alcázar en el bosque pétreo,

el castro devorado por las horas muertas,

y el fortín de mis desvelos

que desaparece en la penumbra,

tras la luz de las murallas.

 

Castillo de leyenda y piedra,

camino de vida y destino incierto.

El presente ya es pasado,

pues mañana seguirá oculto

entre la yedra.

                    Castillo de la Yedra. Cazorla