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Y la piedra se hace vieja en el valle del silencio,

entre miradas transparentes y deseos de antaño,

que conjugan un camino de rezos ornamentado.

 

Y la roca divaga por los huecos de la razón,

en románica medida, componiendo arcos sin nombre

y pilares desnudos por canteros marcados.

 

Y la osadía que se cincela lentamente en el claustro,

De los ecos de aquellas plegarias enaltecidas,

De las glorias del sendero en el evangelio sagrado.

 

Y el capitel en la cumbre apuntalado,

de las entrañas de aquella tierra,

y del suspiro del viento inmaculado,

para que brote el enigma de la montaña,

para que el latido sea por siempre tallado,

para que se vislumbre la muralla y la almena,

ábside pétreo por el tiempo resguardado

del claustro, el canecillo y su espadaña,

de la bóveda, la clave y el alma de su legado.

San-Salvador-de-Cantamuda