Hazañas y aventuras
Hazañas, aventuras, mares por explorar, voluntades de hierros en cascarones de maderas y grandes hombre y mujeres, héroes y heroínas, hijos de una época donde se fraguaban los grandes hitos a fuerza de voluntad, de creer que se podía conseguir, aunque se pusiera rumbo a lo desconocido.
Sí, como dice mi amigo Perico, de Misión Hispana, eran hombres y mujeres de acero pero que descubrieron medio mundo navegando en barcos precarios de madera. Y poco a poco, voy descubriendo más mujeres, grandes protagonistas de nuestra historia que han permanecido en el anonimato, aunque fueron parte fundamental para la colonización del nuevo continente.
Guerreras, maestras, doctoras, adelantadas, almirantes, exploradoras y científicas, atrevidas todas, osadas y con el carácter propio de la época, con el que podían soportar temporales, hambrunas, necesidad y podían enfrentarse, con arrojo, contra los piratas o contra cualquier enemigo que les saliese al paso. Por eso, nunca debemos olvidarlas, como parte de nuestra gran historia.
María de Toledo y Rojas
Hoy escribo sobre otra gran mujer, apenas conocida, y que tuvo un papel fundamental en los prolegómenos de la conquista. Se trata de María de Toledo y Rojas, la primera virreina del Nuevo Mundo.
Resulta que María era hija de Fernando Álvarez de Toledo, hermano del Duque de Alba, Fadrique. Un apellido ilustre que estaba emparentado con el mismísimo rey Fernando, por parte de madre, y que era una garantía de éxito y de prosperidad para todo aquel que lo llevara. Y buscando aquella influencia, el hijo de Cristóbal Colón, Diego, II Almirante de Castilla, se desposó con María buscando esa influencia, una sombra alargada y poderosa que guardase sus espaldas.
Respecto a aquel matrimonio, se refiere en estos términos fray Bartolomé de las Casas: “no pudo el almirante llegarse a casa de grande del reino que tanto le conviniese, para que con favor expidiese sus negocios, ya que no le valía justicia, que la del duque de Alba, además de cobrar por mujer una señora prudentísima y muy virtuosa, y que en su tiempo, en especial en esta isla (Española) y donde quiera que estuvo, fue matrona, ejemplo de ilustres mujeres”.

Diego Colón
Pleitos Colombinos
Pero antes de casarse tuvieron lugar los Pleitos Colombinos contra la corona pues del resultado de los mismos don Diego casaría bien o mejor. Y, finalmente, con la autorización del Rey, logró desposarse con María de Toledo. Y es aquí, tras el enlace, donde el Duque de Alba toma partido a favor de su sobrino político, empieza a mostrar su poder y manda carta al rey, en tono amenazante, para que lo tratara bien y le concediese las mercedes oportunas. Tráfico de influencia del siglo XVI. Además, no dudó en escribir al obispo Juan Rodríguez de Fonseca, con gran poder en los asuntos de indias y del que ya hablaré en otra ocasión, y a Fernando de Vega, presidente de la Orden de Santiago, siempre con la misma premisa: favorece a su sobrino como si fuese su propio hijo.
Y en ese cruce de cartas, nombraron a una persona, cercana al Duque de Alba, encargado de los asuntos colombinos, con poder general para pleitos. Se llamaba Juan de la Peña. Con estos mimbres, don Diego Colón, fue nombrado gobernador de las Indias y Tierra Firme (asunto del que también trataré en otro artículo).
Con el testamento otorgado en el Monasterio de Santa María de las Cuevas, en la Cartuja de Sevilla, recién casados, cruzaron el Atlántico, rumbo a Santo Domingo. Zarparon de Sanlúcar de Barrameda el 3 de junio de 1509, en una nutrida flota, llegando a puerto el 9 de julio. Y allí fijaron su residencia para ocuparse de los asuntos de Indias. María, cual pequeña corte en Santo Domingo, estaba acompañada de un grupo de damas casaderas.
Viaje a Santo Domingo
Y es aquí cuando empiezan las peripecias del matrimonio. Conflictos con el anterior gobernador, Ovando, por la residencia oficial; un huracán devastador tras las fiestas de bienvenida; tensiones entre los adversarios de Colón, reparto de encomiendas de indios y otras disputas propias de la época. Y sobre todo la continuación de esos pleitos colombinos contra la corona que, al final, se concluyeron, en principio, con el reconocimiento de los derechos como Virrey, pero con la jurisdicción limitada a aquellos territorios que hubiesen sido descubiertos por su padre.
Y allí surgió la figura de María y dio un paso al frente, aun teniéndolo todo en contra, cuando su marido tuvo que partir hacia Castilla, en febrero de 1515, con la intención de vigilar sus negocios e intereses. María quedó como la virreina, aunque no tenía el respeto de jueces y oficiales, pero supo mantener el orden, dentro de sus posibilidades. De las Casas, describiendo a Doña María como mujer de indudable entereza, deja constancia de este episodio y del esfuerzo realizado por mantener unidas a las maltrechas fuerzas colombinas.
Según las crónicas, viaja a Castilla para reunirse con su marido, en 1518. Durante su instancia, queda embarazada y da a luz a María, que fue bautizada en la parroquia del Salvador en noviembre de 1519. Tras el hecho vuelven a Santo Domingo para seguir con las labores de gobierno.

Palacio Virreinal de Diego Colón en Santo Domingo
Fallecimiento de Diego Colón
Pero el asunto se empieza a complicar en demasía. Don Diego regresa de nuevo a Castilla, de manera urgente, en 1523, por orden del emperador. María, recién parida otra vez, se queda de nuevo a la cabeza de la región. Y en esta situación está cuando llegan noticias del fallecimiento de Don Diego, el 23 de febrero de 1526.
Los Colón en entredicho y María se había desposado con uno de ellos. Rencores, ultrajes y desprecios por doquier, batallas que tenía que librar cada día. Pero, apoyada por la familia Álvarez de Toledo, ocupándose durante un tiempo de sus hijos y su hacienda en las Indias, la desdichada virreina, como ella firmaba, sin dudarlo, se puso a la cabeza de su casa, como tutora de su hijo y heredero Luis Colón, tercer almirante de las Indias. Y los pleitos colombinos, de una manera o de otra, seguían, pero ella no se arredró, a pesar de tenerlo todo en contra. Otorgó, mientras tanto, a Hernando Colón un poder general, como tutora de su hijo, y otro a su padre y a su hermano, fray Antonio de Toledo, para la representaran en todos los pleitos. Ella no se quedaría de brazos cruzados, pese a la distancia. Estaba en juego, no solo la herencia, sino el prestigio de los Colón.
En abril 1530 viaja a España, residiendo en la casa sevillana de Hernando Colón. Luchó, escribió, se movilizó hasta que el Emperador la escuchó, más por sensibilidad que por otra cosa, pues viajaba con toda su prole y se estaba gastando una fortuna.
Lucha por los intereses de la familia
Concertó las bodas de sus hijas, siguió gestionando la hacienda familiar, viajó por todo el reino siguiendo a la corte y se granjeó la simpatía y protección de la emperatriz Isabel de Portugal. La sentencia de Dueñas, el fiscal Villalobos, la sentencia de Madrid y el arbitraje del cardenal-obispo de Sigüenza, fray García de Loaysa, presidente del Consejo de Indias y del doctor Gaspar de Montoya, del Consejo de Castilla. Momentos de una vida, escollos superados y un camino arduo, todo para defender los intereses colombinos, con la consiguiente concesión de rentas y títulos, ducados y señoríos, rentas anuales para su hijas, tierras y labranzas y, sobre todo, el nombramiento de sus hijo Luis como Almirante de las Indias, el 7 de septiembre de 1540.
Además de los citados pleitos, María siguió de manera tajante el testamento de su esposo, otorgado el 8 de septiembre de 1523, en lo referente a construir el Monasterio de Santa Clara en Santo Domingo para que allí reposaran los restos del almirante viejo (Cristóbal Colón) y sus descendientes. Y así se dedicó en cuerpo y alma.
Panteón Familiar en Santo Domingo
En 1536 no se había construido nada y así se lo pidió al emperador, pues sólo él podía conceder esa merced, como patrono de las todas las capillas mayores de las catedrales indianas. Así, el 2 de junio de 1537, le concedió a Luis Colón, “licencia y facultad para que se pueda sepultar los dichos guesos del dicho Almirante don Cristóbal Colón, su aguelo, e su pueda sepultar los dichos sus padres y hermanos y sus herederos y subcesores en su casa y mayorazgo”.
Tras la comunicación al cabildo de la Catedral de las obras y la ampliación de la capilla mayor, la virreina procedió al traslado de los restos. Así ordenó a los cartujos de Sevilla, donde reposaban los dos primeros almirantes de las Indias (Cristóbal y Diego Colón), para que los entregasen para ser enterrados en la Isla de Santo Domingo.
La virreina desdichada
Durante 1544 recibió 1000 castellano de oro y pala para su servicio, lo que le sirvió a María para regresar a las Indias. Así, el 9 de julio de 1544 partió definitivamente rumbo a Santo Domingo, en una flota donde también viajaba fray Bartolomé de las Casas. En ese viaje también trasladaba los restos mortales de los Colón para que fuesen enterrados en el panteón familiar en la Catedral.
Remesal cuenta que a su llegada, el 8 de agosto, la situación de su casa y hacienda era desoladora, de total abandono, tras 14 años de ausencia. Un verdadero desastre que no tuvo más remedio que afrontar con la entereza que le caracterizaba.
María de Toledo, una mujer luchadora hasta el final. Peleó por los honores de lo Colón en los pleitos colombinos, gastándose lo que no tenía. Cumplió las últimas voluntades de su esposo, consiguió que se construyera el panteón familiar, logró que se perpetuase el título de almirante de las Indias en su hijo Luis y supo casar a sus hijas con buenos pretendientes. El 11 de mayo de 1549, fallecía en su palacio de Santo Domingo y era enterrada, con el hábito franciscano, en ese panteón familiar, junto a su esposo.
Os invito a seguir leyendo sobre María de Toledo, una gran mujer, sobre su obra, su testamento, sus logros y fracasos, sus virtudes y su entereza para luchar por su familia. Una historia digna de ser conocida y contada. La historia de la “desdichada virreina” o de la primera virreina del nuevo mundo.
Excelente descripción de la vida y obra de esta mujer que brilló por su carácter, constancia y habilidad negociadora en un momento muy difícil para ella.
Gracias, José Carlos por ilustrarnos
Gracias, querido amigo Benito. Me alegro mucho que te haya gustado. Otra mujer más para la historia, otro personaje más para ser recordado. Recordar la historia y aprender de ella. Y a difundirla con orgullo. Un fuerte abrazo amigo
Es increíble la fortaleza que tenían estas mujeres, en una época donde la navegación sería toda una odisea y las comunicaciones serían inimaginables, como viajan con asiduidad, como parían, como organizaban su hacienda en España y Santo Domingo.
Auténticas heroínas!
Un saludo José Carlos!
Pues sí, de otra pasta, otra época que con pocos medios luchaban por sus derechos y los de su familia. Viajaban a América como si cogieran un bus a Sevilla, cuando duraba varios meses con sus peligros e incomodidades. Gracias por tus tan acertados comentarios, querida amiga. Un fuerte abrazo