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Monjas que además de rezar dedican su tiempo a realizar mascarillas co ahínco; costureras que se unen para poner su granito de arena y confeccionar ropa sanitaria; agricultores que ponen sus tractores al servicio de la comunidad y desinfecta las calles. Gestos altruista que vemos a diario.

Voluntarios que ofrecen sus impresoras 3D y sus conocimientos para fabricar máscaras protectoras; hosteleros que cierran sus establecmientos pero que ofrecen avituallamiento a todos los camioneros, de forma gratuita; jóvenes que se ofrecen en hacer la compra a sus vecinos mayores. Gestos que ponen los pelos de punta, que te remueven el alma.

Músicos en las azoteas que ablandan los sentidos y ponen un hilo de esperanza en el horizonte; abrazos virtuales y conversaciones para entrener a las personas solitarias; donaciones anónimas para paliar la falta de material. Gestos pequeños que calan en el corazón para siempre.

La policía patrullando el pueblo mientras suena «Resistiré» del Duo Dinámico; aplausos en los balcones para agradecer la labor de todos los gladiadores y gladiadoras, que se están dejando la piel en esta guerra; empresas que ofrecen sus instalaciones para fabricar lo necesario, sin importar el coste. Gestos que quedarán para la posteridad.

El esfuerzo de los niños para no salir al parque a pasear; la comprensión del ciudadano y la solidaridad del caminante; la gestión del tiempo de la familia para unir lazos, el esfuerzo realizado, caseros que no cobran el alquiler a los médicos, flores en los hospitales, el entusiasmo desmedido, la sonrisa con ojeras y los ángeles de la calle. Gestos, pequeños detalles que se graban a fuego en el pecho y suman en la inmensidad.

Pues una gota apenas es nada en el mar pero millones de gotas, millones de gestos, son esenciales para llenarlo. Aprendamos a valorar esos gestos.

Codo con codo, saldremos de esta tempestad.