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Lo que pasó, pasó

La historia debe ser contada de forma objetiva, sin hacer sangre en uno u otro sentido, sin ideologías ni revisionismo. Lo que pasó, pasó y si se cometieron errores, se estudian para no cometerlos. Ver la historia con las gafas del siglo XXI es una aberración.

Y es cierto que a lo largo de la historia números pueblos dominantes o imperios conquistaron a otros. Egipto, Macedonia, Persia, Grecia, Roma, Visigodos, árabes, Otomanos… todos intentaban dominar regiones, conquistar territorio. Cesar venció a Vercingétorix y dominó la Galia, imponiendo una sociedad, un sistema que ha perdurado a lo largo de los siglos. Nadie se queja de aquella conquista. Y hubo muerte y destrucción. Pasó, simplemente pasó. 

Por España han pasado numerosos pueblos. Unos dejaron su impronta, que sigue hasta nuestros días, como el Imperio Romano. Pero se han absorbido detalles de la cultura árabe, griega o visigoda. Todo suma pues en la mezcla está la belleza. Que se lo digan a Sevilla, Granada o Toledo, esa mezcla de arte, tradición y testimonio es única. 

La era de los descubrimientos

En el siglo XVI, cuando España dominaba los mares, junto a Portugal, los españoles desembarcaron en la costa americana para ampliar las fronteras. Colón había descubierto un nuevo mundo, desconocido hasta entonces para los europeos y empezaba una nueva era. 

Cortés, hombre ilustrado, que había ejercidos cargos en Cuba, acudió con un puñado de hombres, a los rumores que decían de la existencia de un gran imperio. Lo que vio lo dejó sin palabras. 

Cortés el estratega. La visión de Tenochtitlan

Lo cierto es que cuando Hernán Cortés desembarcó en Cozumel, enseguida vio que la mayoría de los pueblos estaban subyugados por el poderoso imperio azteca, que gobernaba con tiranía y terror desde Tenochtitlan, su capital. Tributos extremos, sacrificios, matanzas y canibalismo, en unos rituales sanguinarios ofrecidos a sus dioses. Todos los pueblos estaban atemorizados.

Inteligente, con dotes para la negociación, supo llevarse a su terreno a numerosos caciques para intentar derrotar a los mexicas. Cortés tan solo tenía unos pocos cientos de hombres, así era materialmente imposible por lo que la alianza era su única opción. Y no sería una empresa fácil.

Cortés quedó impresionado al ver Tenochtitlan, cuando entró en ella por primera vez, por su tamaño, belleza, organización y por ser la capital de un imperio enorme, que jamás habían imaginado los pocos españoles que allegaron por aquellas tierras. Y como si fuese un César, entregado a aquella ciudad, se dispuso a conquistarla para entregársela a Carlos I.

Todos los pueblos índigenas contra los mexicas

Se acaba de conmemorar los 500 años de la caída de Tenochtitlan y no, no fue una conquista hecha enteramente por españoles, como se puede entender, fue una conquista hecha por tlaxcaltecas, cholultecas, acolhuas, xochimilcos huejotzingas y otros grupos indígenas, con sus caciques al frente, sometidos con tributos de sangre y que odiaban a los mexicas, que, de hecho, se habían se habían quedado solos. 

Aquellos pueblos indígenas vieron en los españoles una oportunidad de librarse de aquellos señores tiranos, de ser liberados. La toma de Tenochtitlán jamás hubiera sido posible sin estas tribus y nadie traicionó a nadie, sin siquiera La Malinche, pues simplemente se unieron para librarse del dominio azteca

El 13 de agosto de 1521 desaparecía un mundo y se creaba otro que aglutinó tradiciones europeas e indígenas, creándose una cultura muy rica: la cultura mexicana. En Tlatelolco se encuentra una placa que reza:

“No fue un triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que el México de hoy”.

El nacimiento de una Gran Nación

Cierto, aunque todo fue muy duro, y hubo derramamiento de sangre, muerte y destrucción, en aquel momento empezaba otro mundo, otro camino repleto de esplendor. Hubo destrucción, derramamiento de sangre y tragedia, pero también se creo, como ha pasado a lo largo de los siglos.  Se llevó el derecho, el hierro y la metalurgia, la revolución sanitaria, las técnicas de navegación, un nuevo idioma, el caballo, la imprenta, el urbanismo, el avance tecnológico y toda la modernidad del renacimiento Se fundaron universidades, hospitales, monasterios, se trazaron ciudades, se implantaron leyes, se protegieron a los naturales y se avanzó en el comercio. 

Comenzaban un nuevo mundo, repleto de oportunidades. Nueva España, en la que se integraban todas las naciones indígenas, llegaría ser un poderoso imperio con sus leyes, instituciones como en la península, riquezas y una poderosa red comercial, dominada por el famoso galeón de Manila. Jamás fue colonia pues era una provincia de ultramar.

Octavio Paz

Octavio Paz, escritor y mexicano ilustre, ya lo mantenía, pues decía, respecto a Cortés, que:

…Su función es exactamente contraria a la del Cid, que fue un mito fundado en un personaje histórico no menos, sino más dudoso que Cortés. Pero en tanto que el Cid unió a los españoles, Cortés divide a los mexicanos, envenena las almas y alimenta rencores anacrónicos y absurdos.  El odio a Cortés no es odio a España es odio a nosotros mismos. El mito nos impide vernos en nuestro pasado y, sobre todo, impide la reconciliación de México con su otra mitad…” 

El famoso poeta mexicano decía que los mexicanos se resisten a reconocer a Hernán Cortés como el padre de México y eso lastra el futuro, sembrado de rencores.

Miguel León-Portilla

También el célebre filoso mexicano, Miguel León-Portilla, que escribía versos en lengua náhuatl, gracias a la imprenta llevada desde un principio y que la preservó, mantenía que:

Los registros demuestran que muchos españoles llevaron a sus mujeres, y muchos otros se casaron con indígenas y formaron familias. O sea, que no somos hijos de la chingada. Si un mexicano odia lo español, se está odiando a sí mismo. Es una actitud autodestructiva”

Es así, odio y más odio rezuman contra ese pasado, un odio que ha sido removido por ese revisionismo histórico, y ya es momento de olvidarlo pues los mexicanos, todos, son producto de dos mundos, de un mestizaje hermoso donde se mezclan tradiciones, lenguas y esplendor.  Y todos unidos bajo un mismo idioma. Desde un lado vertiendo odio, quedándose con lo malo, con el drama; desde este lado solo el silencio, con el complejo entre las piernas y sin reivindicar la figura de Hernán Cortés por no molestar. Opino que hay más cosas que nos unen que las que nos separan.

Hace poco, un amigo mexicano me dijo: “cuando tengamos claro esa mezcla, cuando se tenga claro que se proviene de esos dos mundos, el español y el indígena, seremos capaces de seguir adelante en el camino, construyendo puentes, estrechando lazos, asumiendo ese mestizaje y dejando atrás ese odio malsano”.Después de 500 años, ha llegado el momento.  

 

Aconsejo leer todos los libros que tiene Esteban Mira Caballos sobre Hernán Cortés. Es un experto en la materia. También «El Mito de Cortés» y la Conquista de México de Ivan Velez. Así como «La Visión de los Caídos» de Miguel León-Portilla.