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Hispanidad, un concepto hermoso

Hispanidad, concepto grande donde los haya, donde confluyen millones de personas, de distinta raza, pero que hablan el mismo idioma, que beben de la misma cultura, que se enriquecen a cada paso, que creen en el mismo Dios y caminan de la mano. Hispanidad, termino que aglutina los pueblos, que une más que separa; que hace compartir experiencias, que crea más que destruye. Hispanidad, más allá de los tiempos y el espacio, en estos mares encrespados, más necesaria que nunca, por la unión de los hermanos.

La palabra Hispanidad es antigua y surge en el siglo XVI, utilizada cuando se aludía al estilo de expresión lingüística. Concretamente se ha encontrado en el Tractado de orthographía y accentos en las tres lenguas principales de Alejo Venegas, impreso en 1531. Y, prácticamente con un significado similar, se incluyó en el Diccionario de la Real Academia Española, en su edición de 1803, donde se definía como sinónimo de “hispanismo”, que a su vez se define como “modo de hablar peculiar de la lengua española”.

Forjando el concepto

Pero, aunque la palabra viene de antiguo, se empieza forjar como término referido a comunidad a partir de 1898, cuando se pierden los últimos territorios de ultramar. Ya empezaron a ahondar en el tema escritores destacados como Maeztu, Labra, Madariaga, Menéndez Pidal o Américo Castro. Todos coincidían en que la hispanidad la conformaban tres pilares: raza, religión y lengua. En el periodo entreguerras, Altamira Crevea, que había viajado mucho pos Hispanoamérica, observó, y así lo señaló, que la hispanidad estaba conformada por otros pilares, además de los reseñados. Estos eran: la emigración, la identidad cultural y la expansión literaria. Como se ve no es algo estancado en el tiempo, es algo vivo, importante, que evoluciona, que crece con el tiempo y se proyecta hacia el futuro.

Aquí nace la hispanidad, algo sublime, hermoso, inmenso, que nos hermana con más de 500 millones de personas, de distinta raza, religión e ideología, que hablan el mismo idioma. Es algo para presumir y sentirse orgulloso, para mirar al futuro con esperanza.

Miguel de Unamuno

Miguel de Unamuno, el 11 de marzo de 1910, publica un artículo en el periódico La Nación, de Buenos Aires, titulado “Sobre la argentinidad”. Y comienza así:

En mi correspondencia anterior, primera de las que dedico al libro de Ricardo Rojas La restauración nacionalista, libro henchido de sugestiones, usé de dos palabras que ignoro si han sido o no usadas ya, pero que ciertamente no corren mucho. Son las palabras “americanidad” y “argentinidad”. Ya otras veces he usado la de “españolidad” y la de “hispanidad”. Y los italianos emplean bastante la voz italianitá”.

Unamuno, tal y como sostiene Jean-Claude Rabaté, en su libro «Miguel de Unamuno frente a las conmemoraciones del 12 de octubre» (2005) asoció el término a la variedad de pueblos que hablan el mismo idioma español, confiriéndole un sentido igualitario y sosteniendo que habría que hablar de “hermanas” para referirse a las repúblicas sudamericanas, sin que haya primacías ni maternidades. No, todas iguales, unidas por el idioma, la cultura y la religión. Esa es la idea de la hispanidad.

Maeztu y Zacarías Vizcarra

Y es a partir de los primeros años del siglo XX cuando surge esta idea de comunidad, asociada a la palabra de “hispanidad”. Escritores como José María de Salaverría, residente en Argentina entre 1910 y 1913, reivindicaron el término como símbolo de hermandad. También, en 1926, el sacerdote español Zacarías Vizcarra, residente en Buenos Aires, propuso cambiar la fiesta de la Raza, 12 de octubre, por la Fiesta de la Hispanidad.

Durante la Segunda República, Ramiro de Maeztu, el literato, que había sido embajador en Argentina durante la dictadura de Primo de Rivera, desarrollo el concepto de hispanidad en unos pensamientos escritos: detalles de unidad, de hermandad, con el humanismo y la cristiandad como telón de fondo. Todo para defender la Hispanidad. Y fue entonces cuando se declaró fiesta nacional, siendo el presidente de la República, Alcalá-Zamora, férreo defensor de la misma, pues “representaba mejor al pueblo español y la democracia española (…) que todos tenemos la esperanza, la probabilidad de ver”.

El 12 de octubre de 1492 empezó algo grande, hermoso, que en el futuro uniría muchas naciones, a millones de personas bajo un legado cultural enorme y hablando el mismo idioma español. Razas diferentes, ideologías diferentes y pensamientos diferentes unidos. Fusión de distintas civilizaciones y culturas, una sociedad mestiza desde primera hora, un contacto estrecho y una huella que aún hoy persiste. ¿Hay algo más bonito bajo el prisma de la hispanidad?

Todos bajo un mismo idioma

El poeta Rubén Darío, de sangre mestiza, nunca criticó, ni rechazó el gran legado de España que pervive en Hispanoamérica, por mucho que los seguidores de la leyenda negra continúen vertiendo mentiras y peleando en las redes. Rubén Darío lo describió a la perfección cuando exaltó los ideales hispánicos: “(…) la América ingenua que tiene sangre indígena, que aún reza a Jesucristo y aún habla en español.”

El artículo 1 de la Constitución española de 1812, conocida popularmente como “La Pepa”, proclamada el 19 de marzo de 1812, durante la invasión napoleónica, dice así:

Art. 1º. La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios.

Todos hermanos, hablando un mismo idioma, caminando juntos, unidos bajo la fe. Entrelazando culturas, construyendo puentes, escribiendo versos, enriqueciendo la historia y amasando voluntades. Hispanidad, ¡Qué bonita palabra!. Luchemos por ella, por un futuro común. Porque hay mucho que celebrar.