Dominar la situación, mirar a tu adversario y saberlo derrotado. Estrategias que dan su fruto, horas pergeñando un plan y movimientos milimétricos para no dejar nada al azar.
El tablero de operaciones recoge la tensión vivida, el silencio que sobrecoge y el sonido rítmico de un reloj en blanco y negro que ha ido marcando los tiempos de la batalla.
Tras el sacrificio necesario, ya no ha salida posible y la resistencia se desmorona sin remedio. Es mi momento de triunfo, en el que me permito una sonrisa pausada y un profundo suspiro.
En aquella certeza, en la antesala dulce de la espera, vierto un poco de brandy en mi copa y un doy un largo sorbo, mientras observo la reacción de mi contrincante. Me paso la lengua por mis labios, relamiendo mi victoria, muevo la pieza apropiada y digo:
- Jaque mate.
Hola José Carlos,
Es genial tu artículo sobre la vivencia de una partida de ajedrez.
Muy emocionante al leerlo.
Gracias !!
Cuídate mucho y un gran abrazo.
Gracias, amiga. Hoy ha tocado algo de literatura. Me alegro que te guste. Cuídate mucho. Un fuerte abrazo