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Conocer nuestra historia

“Aquel que no conoce su historia, está condenado a repetirla”. Frase acertada atribuida a Napoleón y que tiene toda la razón. La historia, de manera general y objetiva, es historia, lo que pasó, pasó, para bien y para mal. Y no se puede pretender juzgar hechos pasados en el presente, con los ojos de la actualidad. Las circunstancias siempre serán diferentes pues no es lo mismo el siglo XVI que el siglo XXI, por razones obvias.

 

En el imperio romano, por ejemplo, había esclavos o el Circo, donde se combatía a muerte, era todo un acontecimiento y no por eso se tiene que condenar aquella civilización latina de la que descendemos. El mundo avanza y se alimenta de ese camino histórico, de esa evolución lógica que conllevan los siglos. La historia, nuestra historia, debe enseñarse como es, como ocurrió, y se hace para aprender y para no volver a repetir los errores. Y no se debe caer en la tentación de imponer una memoria histórica pues ya nace sesgada y subjetiva.

 

Hablando de esclavitud, ha existido siempre, de hecho sigue existiendo en la actualidad pese quien le pese. ¿Acaso la trata de personas para la prostitución no es una forma de esclavitud? ¿Acaso el tráfico de niños para trabajos forzados no es una forma de esclavitud? Las mafias especializadas se frotan las manos en la frontera de Polonia con Ucrania, captando a mujeres y niños desorientados. Una desgracia que sigue ocurriendo en la actualidad, pero hay que gente que solo denuncia la España esclavista, xenófoba y genocida del siglo XVI. Lo de ahora, no trae cuenta.

 

Matrimonio Interracial

Pues aquel país esclavista y xenófobo era algo incongruente pues permitió el matrimonio interracial en 1514, más de 450 años antes que la moderna EEUU, que lo hizo en 1967. Es curioso ¿no? Ya la Reina Isabel la Católica, en 1503, reclamó a Nicolás de Ovando, hombre fundamental en los primero años en el Nuevo Mundo, que fomentara los matrimonios mixtos “que son legítimos y recomendables, porque los indios son vasallos libres de la Corona española”. El mestizaje era una forma optima de conversión y asentamiento.

 

¡Claro que hubo abusos! El ser humano tiene la maldad en sus genes y cuando la desarrolla es imparable. Pero para esos estaban los juicios de residencia a los gobernadores, para dar cuenta de su gestión y gobierno. Por las leyes de Burgos, se procuraba proteger a los indígenas, otorgándoles de todos los derechos. Muchos llegaron a ocupar altos cargos y aglutinar fortunas. Pero no, eso no se ve, no se ve el urbanismo, la ciencia, la imprenta, las universidades o los hospitales, lo único que importa es que España masacró a los indígenas, que debe pedir perdón y que era totalmente xenófoba.

 

Pues si me fijo en el tema de los esclavos, es curioso pero los naturales de las nuevas tierras eran libres y solo eran esclavos las personas de raza negra, que provenían de África. Pero incluso así, era flexible y se dan casos que bien merecen un artículo. ¿Os imagináis a personas de raza negra, en plena segregación, estudiando una carrera en EEUU? ¡Y estoy hablando del siglo XX! Pues creedme que ya en el siglo XVI, en España, hubo un esclavo de raza negra que llegó a ser catedrático. Y no solo eso, sino que fue poeta y humanista, en pleno Renacimiento español.

 

Juan Latino, la primera persona de raza negra en ser catedrático

La persona que hoy dedico mi artículo es Juan de Sessa, más conocido como Juan Latino, que fue, como he dicho, la primera persona de raza negra en ser catedrático universitario en Europa. Sí, en pleno siglo XVI. Pero, claro, ese hecho pasa desapercibido y solo nos quedamos con que en ese siglo había esclavitud y eso sí sale en los periódicos para tachar a España de esclavista y xenófoba. Lo demás, no importa.

 

Juan nació esclavo pues era hijo de una esclava etíope comprada por Luis Fernández de Córdoba y Zúñiga, IV Conde de Cabra, que estaba casado con la hija del Gran Capitán, doña Elvira Fernández de Córdoba, II duquesa de Sessa y hermana del Gran Capitán. Al hijo de ambos, Gonzalo, fue asignado, Juan, como asistente y con el que entabló una estrecha amistad, amén de participar de todas las clases que recibía. Poco a poco fue cultivándose, aprendiendo y ampliando horizontes.

 

Gonzalo, al morir sus padres, se trasladó a Granada, junto a sus hermanas, donde fue educado, gracias a su abuela materna, en las artes liberales. Y Juan anduvo listo pues aprovechó, con intención y buen hacer, todas las clases que recibía Gonzalo para aprender, para cultivarse. Y de ahí pasó a la Universidad pues, cuando le acompañaba a clase, escuchando desde fuera, al no estar permitida su entrada, atendía a las lecciones y avanzaba. Tenía todo el interés del mundo por aprender.

 

Admiración de propios y extraños

A partir de este momento de aprovechamiento máximo consiguió la admiración de propios y extraños. Todos los amigos del duque, Gonzalo, y de los maestros del mismo se admiraban de la dedicación y el saber de Juan. Y desde entonces empezaron a conocerlo por el sobrenombre de “Latino”.

 

Siguió estudiando, ayudado por los duques de Sessa, que lo consideraban uno más de la familia. Y Juan comprendió, desde primera hora, que el saber era la única manera que tenía para conseguir su liberación, así como el ascenso social. Servir y aprender eran sus máximas. Y a ello se dedicó en cuerpo y alma. Vieron que valía y le ayudaron a continuar en los estudios. Juan fue manumitido en 1538 y en 1546 obtuvo el título de Bachiller en Filosofía. Y a partir de ahí, empezó a impartir clases, se convirtió en un maestro excepcional que ejerció la docencia durante muchos años. Comenzaba un periodo de enseñanza y escritura.

 

Juan, enamorado de una alumna llamada Ana de Carleval, hija de un administrador del ducado de Sessa, familia de la nobleza, se casó, venciendo múltiples dificultades. De aquel matrimonio interracial nacieron 4 hijos. Diego Jiménez de Enciso, el dramaturgo sevillano, escribe “Juan Latino” y habla de su historia, de sus letras y poemas, de sus amores con Ana y de su vida.

 

Cátedra de Gramática y Lengua Latina

Los duques fueron mecenas de Juan y con eso pudo continuar en la Universidad, cursando la carrera de Letras, cosa que hizo con gran brillantez. En 1556 alcanzó el grado de licenciado universitario y el 31 de diciembre de 1556 recibió la cátedra de Gramática y de Lengua Latina de la Catedral. Orgullo en aquella familia que fomentó y contribuyó el estudio de Juan y que lo vio convertirse en catedrático.

 

Juan vivió el levantamiento morisco en Granada y, pese a eso, se mantuvo fiel al bando cristiano y católico, siendo un castellano más, cuestión de importancia en aquella época, incluso alabó poéticamente las glorias de personajes de la época, como Don Juan de Austria (al que conoció), el duque de Sessa y el arzobispo Pedro Guerreo (que le apoyó para conseguir la cátedra). Toda su obra, escrita sobre todo en latín, se enmarca en la poesía del renacimiento europeo.

 

El filósofo clásico, González Garbín, lo define como “Docto latinista e inspirado poeta”. Músico, maestro, poeta, latinista… un ilustre personaje dentro de la historia de Granada del siglo XVI. Se le considera, por el traductor habitual de sus obras, “el primer hombre de color que publicó en latín obra poéticas en época moderna”. Y Fra Molinero, autor reconocido que estudió la imagen de los negros en el teatro del siglo de Oro dijo: “el único escritor negro conocido hasta hoy de la España renacentista”.

 

Obras para la posteridad 

Realizó comentario y tradujo a autores clásico grecolatinos, normalmente escritos en latin, y entre sus obras podemos destacar:

 

  • De traslatione corporum regalium (1576). Narración del traslado al panteón de El Escorial de los cuerpos regios que descansaban en Córdoba.
  • Obra dedicada a Fernando, hijo de Felipe II y su segunda mujer, Doña María de Portugal.
  • Austriadis Carmen, la primera obra poética, que se refiere a la batalla de Lepanto.
  • Ad Excellentissimun et Invictissimum D.D. Gonzalum Ferdinandez a Corduba. Una oda a su protector.

 

Fue un hombre admirado, querido y respetado por sus alumnos y por la sociedad granadina. Un valor reconocido y reconocible que siguió dando clases hasta 1586. Sus restos descansan en la cripta de la Iglesia mudéjar de Santa Ana y San Gil, en Granada.

 

Y también poeta

Por último, os dejo unas letras escritas por él aceptando el sobrenombre de Latino:

 

Y como le llamó por eminente

la antigua roma a su Adriano, el griego,

la noble España me llamó Latino.

 

Y Ximénez de Enciso pone en su boca estos hermosos versos:

 

Y hallando que no hay honor

para mí, quise saber,

viendo que para aprender

no ha de estorbar el color.

 

 

El retrato que ilustra este artículo esta sacado de la portada del libro titulado “Juan Latino” del escritor José Vicente Pascual. Y Para aprender más aquí os dejo un enlace interesante sobre la figura de Juan Latino:

Juan Latino, en la Real Academia de Historia

Juan Latino, el esclavo catedrático. La biografía