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La épica que siembra los mares

Y la épica sembró los mares de galeones y navíos españoles, en esa Carrera de Indias que conectó dos continentes, iniciando ese mercado global desde el siglo XVI. Rutas y derroteros por océanos indomables que presenciaron gestas y combates, naufragios y descubrimientos, triunfos y soledades.

 

Desde aquellos héroes que se aventuraron a lo desconocido, sobrepasando los limites y sin temor al “fin de la tierra”, muchos levaron anclas, izaron las velas y pusieron rumbo a lo ignoto para abrir nuevas rutas comerciales. Y todo estaba conectado a la perfección, cada detalle estaba trazado en el cuaderno de bitácora.

 

Son muchos los episodios dignos de mención, merecedores de una página en el libro del recuerdo, pues durante 300 años los españoles dominaron los mares. Incluso al Océano Pacífico se le llegó a denominar el Lago Español por el control que se tenía sobre el mismo, a pesar de la inmensidad y de lo desconocido de aquellos confines.

 

La Gesta del Glorioso

Hoy quiero hacer mi pequeño homenaje a la historia vivida por los hombres del buque español “San Ignacio de Loyola”, allá por julio de 1747. Con este nombre apenas lo conoceréis, pero si os digo que se le conoció por “El Glorioso”, ya seguro que os suena.

 

El Glorioso bien se merece libros, series de televisión y un homenaje en el cine. A buen seguro que si hubiese sido inglés ya habrían filmado varias películas al estilo “Master and Commander” pero como fue español, mejor se hace mutis por el foro y lo olvidamos. Yo, desde ese blog, os quiero poner la miel en los labios, daros unas pinceladas e invitaros a que busquéis más datos, buceéis en la historia y os emocionéis con la gesta de este barco.

 

La historia de “El Glorioso” está repleta de emoción, audacia y aventuras pues de ser un buque que cumplía una misión rutinaria de transporte, pasó a ser la presa codiciada de los de siempre, de los que, sin haber previa declaración de guerra, anhelaban cualquier embarcación con pabellón español, por el contenido que transportaba. Piratas, corsarios y bucaneros que, por tierra y por mar, ansiaban las posesiones españolas, intentaban tomar ciudades, saqueaban por doquier e intentaban apresar sus barcos. Por si aún no han caído, sí, eran los británicos, los que siempre han estado ahí, como una piedra en el zapato, malmetiendo en todo momento.

El Glorioso

Augusto Ferrer Dalmau

 

La fortaleza de un galeón español

 

No solo uno, ni dos ni tres, sino hasta cinco combates navales, cinco, sufrió nuestra embarcación en su travesía. Y aunque el desenlace final para “El Glorioso” fue la rendición, los enemigos pagaron cara, muy cara, la osadía de querer apresarlo, pues un galeón español, aunque solo, era una difícil presa. Pues se puede ir a por lana y salir trasquilado.

 

Las cosas del destino, en aquellos tiempos, hicieron que el buque de 70 cañones, repleto de marinos expertos y valientes, transportara una valiosa carga: 4,5 millones de pesos fuertes (o peso duro) y 7 maravedís de plata (además de géneros medicinales, cueros, cacaos, azúcar, vainilla y un valioso regalo del virrey de Filipinas para el rey Fernando VI). Ese tesoro, en la actualidad, valdrían 4.000 millones de euros.

 

El Glorioso inició su travesía solo, camino de España, con la misión desembarcar toda la carga. Cerca de las Azores se topó con un convoy inglés escoltado por tres navíos de guerra. Y aquí empezó su andadura de fuego y audacia. El capitán, D. Pedro Mesía de la Cerda, divisando el convoy, ordenó que se prepararan para el combate y siguió navegando rumbo a Ferrol. Y los ingleses decidieron perseguir a su codiciada presa. Una carrera a vida o muerte.

 

Tomando la iniciativa

Escaramuzas y oscuridad, paciencia y buen hacer. De la Cerda, al comprobar que tenía encima a los tres navíos ingleses, tomó la iniciativa y disparó primero, derribando uno de los mástiles de uno de los navíos. Tras el cañoneo intenso, el capitán inglés ordenó una retirada. Pero De la Cerda, atrevido, viró su barco en redondo y se dirigió a uno de los buques para descargar todos sus cañones. A la vista del furibundo ataque, el enemigo se dio a la fuga.

 

Tras el combate se repararon los daños y se contabilizaron los muertos: 5 (dos de ellos civiles) y 42 heridos (5 de estos fallecerían más tarde). Había que continuar navegando hacia España y eso ordenó el capitán Mesía. Pero cerca de Finisterre se dio de bruces con nuevas naves británicas con intensiones aviesas. Y de nuevo el capitán español, al comprobar que querían cazarlo, se propuso dar el primer golpe.

 

Aquel duelo de navíos, de cañones y velas, duró casi tres horas y fue una victoria táctica de De la Cerda porque, a pesar de la inferioridad numérica y de la desventaja, el “Glorioso” solo tuvo 5 heridos leves y daños escasos. Dos días después del envite naval, el 18 de agosto de 1747, desembarcaba su valioso cargamento en Corcubión. Y lo curioso del caso es que pocos gallegos saben que las iglesias de la zona, así como muchos edificios históricos, albergaron durante un tiempo es gran tesoro que transportaba el San Ignacio de Loyola.

 

De nuevo a la mar.

Detalles como los espías ingleses, con un entramado robusto, que controlaban el movimiento de la flota; el embarque de una compañía de granaderos en el Glorioso o el ascenso de De la Cerda a jefe de escuadra, nombrado por el Marqués de la Ensenada, son partes de esta gesta tan apasionante.

 

Pero no acabó aquí el asunto ni El Glorioso dio por zanjado los combates navales. Acabada su misión, tras ser reparado en la ría de Corcubión, el 5 de octubre, al zarpar en dirección a Ferrol, se topó con una escuadra británica compuesta por 15 navíos, por lo que volvió a puerto, zarpando definitivamente el 11 de octubre. Pero tras una tormenta, tras garrear el ancla del navío, De la Cerda, acordó dar un descanso al Glorioso y se dirigió a Cádiz.

 

El 17 de octubre los vigías divisaron la famosa “The Royal Family”, un escuadrón de buques que contaba con un conjunto de 114 cañones y 1000 hombres. El temporal se acercaba y tocaba luchar, contra viento y marea. Y contra los corsarios ingleses, dispuestos a todo para capturar aquella embarcación tan osada y escurridiza.

 

Más barcos ingleses en el horizonte

El combate directo tuvo lugar tan solo con el buque insignia británico, el “King George”, que, acercándose al San Ignacio de Loyola, recibió un bautizo de fuego y plomo al contestar a los españoles, cuando le preguntaron por el nombre de la nave. De la Cerda ordenó fuego a discreción, barriendo la proa del barco inglés, el cual, durante las dos horas que duró el combate, fue prácticamente arrasado por la potencia de fuego de El Glorioso.

 

Otro navío inglés, el “Prince Frederick” intentó ayudar a la nave capitana, pero le salió el tiro por la culata. A pesar de no ofrecer el costado, evitando los cañones españoles, los primeros disparos de El Glorioso provocaron 3 heridos graves entre los británicos y estos frenaron su ímpetu. Media hora más tarde, sin que ningún barco pudiera impedírselo, el barco español se alejó del combate. Ya llevaba tres combates, varias victimas en el enemigo y sobre todo el orgullo inglés muy tocado. Pero aún le quedaban otros dos enfrentamientos en su travesía hacia Cádiz.

 

Un nuevo combate naval

En la mañana del día 18 de octubre, divisaron un barco solitario sin bandera identificativa. Con engaños, simulando conocer a los españoles, intentó acercarse al San Ignacio de Loyola. Mesía no se dejó engatusar y no varío su rumbo. El barco oponente, viendo que su treta no había resultado, izó la bandera inglesa y empezó una frenética persecución. Se trataba del buque “Darmouth”, que empezó a disparar las baterías de proa cuando estuvo a distancia de tiro. El barco español no arredró y respondió al fuego enemigo con los cañones de popa.

 

El duelo de artillería de ambas embarcaciones, que llevaban luchando unas tres horas, duró hasta las 3 de la tarde, cuando el “Darmouth” voló por los aires por una violenta explosión. Solo hubo 18 supervivientes. La tripulación del Glorioso, exhausta, pasó el resto del día reparando el navío, taponando agujeros, revisando cubierta y reparando la arbolada.

 

Pero la tranquilidad duraría muy poco ya que, sobre la media noche, con una luna llena que iluminaba el mar, el capitán Mesía comprobó cómo se acercaba un nuevo enemigo: El Rusell, un navío de 80 cañones y otras dos fragatas que le amenazaban por la popa. La noche no sería plácida así que había que prepararse para un nuevo combate y cargar los cañones con cualquier cosa que se pudiera disparar.

 

Después de un duro cañoneo, después de batirse con tres nuevos enemigos y agotar toda la munición posible e imposible que había a bordo, El Glorioso dejó de disparar pasadas las 6 de la mañana pues ya no había con qué cargar los cañones. Incluso el regimiento de granaderos, que se había batido el cobre, manteniendo a raya a los ingleses, estaban agotados y sin balas.

 

Rendición y gloria

 

Finalmente, en aquella mañana del día 9 de octubre, tras 5 combates sufridos, con 33 muertos y 130 heridos, la tripulación exhausta y sin munición alguna para poder defenderse, Don Pedro Mesía de la Cerda rindió el San Ignacio de Loyola, siendo la última carrera del Glorioso. Lástima que no hubiesen tenido algo más de munición pues sus enemigos no estaban en mejores condiciones y habían estado cerca de conseguir la victoria y poner rumbo al puerto de Cádiz.

 

El destino de El Glorioso es difuso. Algunos dicen que se hundió y no llegó a Lisboa. Otros que sí, que pudo ser remolcado a puerto y llevado a Portsmouth. Nadie lo sabe ciertamente. Pero lo que es cierto, tanto en una versión como en otra es que El Glorioso no llegaría nunca a navegar con bandera británica.

 

Y ahora os invito a leer más sobre el tema, a investigar sobre la vida del Capitán Mesía y a disfrutar de esta historia de valientes e intrépidos marineros que se enfrentaron a los ingleses en 5 combates. Os recomiendo el estudio de los escritos de Agustín Pacheco Fernández que, otros detalles, habla sobre la falta de munición y qué hubiese pasado si los pañoles del navío hubiesen ido al completo. Os invito a leer a Pérez Reverte con la hazaña final del barco. También os recomiendo que leáis a Agustín Ramón Rodríguez González, del Circulo Naval. Y también el magnífico artículo sobre El Glorioso de Ángel Luis de Santos.

 

Y cómo no, ilustro este artículo, como otros, con el magnífico cuadro dedicado al Glorioso pintado por el pintor de batallas, Augusto Ferrer Dalmau. Y os dejo un video de una serie de televisión donde se puede comprobar las consecuencias que tenían los que osaban atacar a un galeón español.