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Magia en la almohada

Un camino repleto de deseos, una amalgama de sueños y unos cimientos para recrear la inocencia, para sembrar en corazones nuevos la hermosura más flagrante y fomentar esos anhelos infantiles que perdurarán en los siglos venideros. Todo es ponerse y urdir el plan apropiado pues ocurre muy deprisa y es recomendable disfrutar del momento, de esa luz intensa que ilumina el rostro de tu hijos, repleto de magia imperecedera.

 

Una noche cuajada de nervios, ilusiones bordadas en el embozo de las sábanas, sonrisas inquietas y un duermevela constante que termina sucumbiendo al cansancio más infantil y espontáneo. Todo sigue su curso y el plan está en marcha.

 

Cuando todo parece sumirse en el silencio y la respiración denota que el sueño ha vencido al ímpetu, doy mis pasos oportunos para escribir otra página en sus ilusiones, para recrear un mundo de colores y un castillo de marfil. En complot con el Ratón Pérez, aquel pequeño ser que me visitaba bajo la mirada atenta de mis padres, me pongo mi pijama de sigilo, abandono el cubil de mi descanso y me aproximo con cuidado a la cama de mi dormilón impaciente,  el de la dentadura mellada.

Dientes de leche

Atrás quedaron las idas y venidas, el constante toqueteo en la pieza oportuna y la espera eterna para que se cayera de su sitio. De leche blanca inoculando su boca es aquel tesoro, aquella perla deseada y preciosa que pondrá, con mimo y cuidado, bajo su almohada. Todo es ilusión por dejar la prenda, por esperar el trueque y desear que pase pronto la noche para disfrutar de la sorpresa.

 

Y procurando pasar inadvertido, cómplice de mi propio cuento y erigido como ayudante perpetuo del portador de estrellas, saco el diente de su bolsa mágica y dejo, sutilmente, el regalo bajo el sostén de su cabeza. Todo sigue en orden, el ratón no ha trastocado el camino de morfeo y ha cumplido con su misión, con la profesionalidad de siempre.

 

Y seguirán creciendo las ilusiones bajo los padres venideros, esos padres que ayudan a levantar cimientos duraderos, a colorear pasajes de su historia y hacer que la infancia se viva como lo que es. Y no hace falta mucho para recibir una recompensa, para buscar esa sonrisa imperecedera, pues bastará con el simple detalle que maese Pérez deje bajo la almohada, tras la dura tarea de ver caer un diente; con eso, con ese gesto sencillo, el protagonista se sentirá feliz y se reflejará en tu alma.

 

Mañana de vuelos e historias, sueños que se cumplieron, espejos en donde mirarse y dientes que se fueron. Mañanas de esperanzas y anhelos, de presentes y minutos añorados, de amaneceres inquietos y ojos enamorados. Mañanas de ratones, de padres entregados, de vidas que hacen historia, de recuerdos de la infancia y abrazos inmaculados. Siempre sembrando ilusiones bajo la almohada.