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SONETO

De entre esta tierra estéril, derribada,
destos terrones por el suelo echados,
las almas santas de tres mil soldados
subieron vivas a mejor morada,
siendo primero, en vano, ejercitada
la fuerza de sus brazos esforzados,
hasta que, al fin, de pocos y cansados,
dieron la vida al filo de la espada.
Y éste es el suelo que continuo ha sido
de mil memorias lamentables lleno
en los pasados siglos y presentes.
Mas no más justas de su duro seno
habrán al claro cielo almas subido,
ni aun él sostuvo cuerpos tan valientes.

 

Este soneto escrito por Miguel de Cervantes, aparece en al capítulo 40 de su famosa obra «El Quijote». El cautivo de la obra rememora, en realidad, los años de cautiverio de Cervantes en Argel y con el soneto alaba la famosa infantería de los Tercios ya que, él mismo, sirvió en el Tercio de Don Miguel de Moncada como soldado.  Literatura para alabar las andanzas y hazañas de los Tercios.

Batallas épicas, asedios, hechos heroicos y anécdotas. Hoy, como curiosidad, quiero escritibir sobre la denominación mítica de «Los 12 apóstoles» y del dicho «disparar con pólvora del Rey», términos muy utilizados por los soldados que sirvieron en los Tercios españoles.

El mito Los 12 apóstoles

No, no se trata de los 12 amigos y acompañantes de Cristo, aunque en una época, en la que la religión estaba presente en todos los estamentos de la sociedad, viene ni que pintado. Los «12 apóstoles» eran las 12 cargas de arcabuz que colgaban en «la bandolera de cargas» o «bandolera de frascas» que cada arcabucero tenía en el pecho, 12 cargas para 12 disparos. Y ese solía ser su número, aunque según tratados especializados las cargas aconsejadas eran 14, y veces podían llevar 6 o 20; así que lo más seguro es que los 12 apóstoles fue más bien un mito, un nombre apócrifo que se fue arraigando con el paso del tiempo.

Ya que estamos en faena escribiré sobre la preparación del disparo de arcabuz, que no era tarea baladí. Primero debía echar la pólvora en el ánima del cañón del arma. Al principio de, cuando apareció el arcabuz, se utilizaba un cuerno cargado de pólvora para verter una cantidad, a ojo, pero el proceso se tornaba lento e imprevisible, por la cantidad de pólvora vertida. Eso podía llevar a que no se produjera detonación o la misma fuese excesiva, y por descontado peligrosa.

Cuando ya se generalizaron los arcabuces, se perfeccionó el sistema de cargar la pólvora, ya que los arcabuceros llevaban unos pequeños tubos o recipientes, colgados al pecho, con la cantidad justa de pólvora para que el proceso fuese mucho más controlado, sin margen para un error desagradable.

Disparar con Pólvora del Rey

Los soldados de los tercios recibían paga o soldada. Ya el ejército se había tornado profesional, cambiando las tornas de un ejército feudal donde los señores aportaban sus mesnadas. Ahora el ejército dependía del reino. Pero todo los soldados no cobraban igual. Los piqueros cobraban menos que los arcabuceros pero por contra, éstos tenían que costearse la pólvora. Al igual que los soldados de caballería que tenían que mantener a sus monturas.

Pero cuando se producía un asedio sobre una ciudad, la necesidad de pólvora era mayor. Se acudía a polvorines y allí se acuñó el término «disparar con pólvora del rey». Los arcabuceros ya tenían cuidado al disparar pues la pólvora no la costeaban ello, disparaban a discreción, con más alegría.

De hecho, esta expresión sigue vigente en la actualidad cuando nos referimos a alguien que camina por la vida con alegría, sin reparar en gastos, pues ya corren a cuenta de otros. Curiosidades de otros tiempos, de un imperio en el que nunca se ponía el sol y de un ejército que se ganó su fama en el campo de batalla.

Nota: En la ilustración de este artículo vemos un arcabucero de los tercios con los 12 apóstoles en la bandolera. Imagen sacada de la III Recreación Internacional de los Tercios españoles en la ciudadela de Jaca