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El título de este nuevo post suena a película esotérica, de presencias fantasmagóricas y escenas impactantes que aceleran el corazón y dilatan las pupilas, pero es el que me ha parecido más apropiado, más acorde, máxime si me pongo recordar esas colas de desempleados que acuden a la oficina de empleo, casi arrastrando su espíritu, con la vaga esperanza de encontrar algo de luz en sus desvelos. Son como fantasmas.

Sí, de sobra sé que todos esos desempleados/as tienen como deber obtener y actualizar la demanda de empleo así como siempre se les recomienda que actualicen sus datos, tanto formativos como laborales, por si llegara una oferta acorde a su perfil,  cuestión ésta que está brillando por su ausencia. Pero la cuestión es que, con independencia de sus obligaciones como demandantes, se encuentran PERDIDOS en medio de la nada y, lo que es más grave, NO TIENEN DÓNDE ACUDIR PARA SER ORIENTADOS correctamente. 



Y no me negareis que, al menos, resulta paradójico que estos desempleados y desempleadas, que engrosan los números del paro de este país, acuden a la «OFICINA DE EMPLEO» y salen, no sólo sin trabajo, sino más desmotivados si cabe, salen de ella sin respuestas, perdidos, hundidos, inútiles y sin trabajo.  Y lo peor de todo es que se sienten como SOMBRAS, como ESPÍRITUS ERRANTES Y SIN RUMBO, por la sencilla razón que, salvo honrosas excepciones  no han sido tratados como personas, como seres humanos, sino como meros números, como parte de una estadística funesta y no deseada. Son los OTROS de nuestro país.

Estas personas desempleadas tienen nombre y apellidos, problemas propios, pensamientos diferentes y sobre todos son personas reales, de carne y hueso, con sentimientos y vidas. Y les gustaría ser tratados así para, por lo menos, que no sientan su dignidad pisoteada ni su frustración multiplicada. Ya tienen bastante con haber perdido el estatus laboral, cuestión muy difícil de asimilar para la mayoría, por eso necesitan RESPUESTAS y ATENCIÓN, recuperar el sentido de la UTILIDAD y un trato amable.

Desde aquí, desde estas letras, no me prepongo criticar a  esas oficina de empleo que  suficiente tienen con atender a esas personas desempleadas, que se cuentan por millones, pero siempre está bien un poquito de humanidad, un sonrisa y un buen gesto para que al menos esa persona no se vaya más triste, se siente escuchada y bien atendida. Es sencillo.  Porque si quitamos eso ¿qué nos queda? ¿hacia dónde vamos? 

Situaciones muy duras, carga psicológica, sentido de la inutilidad y dignidad por los suelos. Ya tienen suficiente equipaje en lo alto como para que se les recuerde dónde están, para que se les señale y se les vea como seres inferiores y apestados. ¡JAMÁS! ¡Eso no debe ocurrir! Necesitan apoyo, escucha activa, motivación, recursos y empatía porque si los recibes con un espíritu entusiasta, dispuesto a trabajar con ello su resiliencia y sus competencias, estarán dispuesto a luchar por lo que creen, creciendo en su camino.

Y si las oficinas no pueden hacer esas labores, que los poderes públicos sigan apostando y no recorten (como lo están y siguen haciendo) las partidas de las políticas activas de empleo. Los orientadores profesionales son necesarios para reconducir esta situación, para saber atender en la cercanía al desempleado, para explotar sus cualidades y acompañarlos en sus éxitos (algún día alguien se dará cuenta de ello, espero). 

Pero, si la «OFICINA DE EMPLEO» sólo está para trámites administrativos y se siguen recortando las partidas de las políticas activas de empleo, ¿Se cuida la dignidad del desempleado/a? ¿Dónde acude para pedir ayuda? ¿Dónde acude para descubrir que vale mucho o sentirse escuchado? Pues ya me dirán ustedes que panorama tenemos por delante.

Ahora las circunstancias son graves, lo sé, por eso procuremos mejorar como personas y busquemos esa humanidad que, en el fondo, nos debe caracterizar. Pon la sonrisa en tu rostro e ilumina a todo el que te rodea. ¡Te alegrarás!

«Más triste que una sonrisa triste es la tristeza de no saber sonreír»