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Distancia infinita, imposible de salvar al soslayo de un leve pestañeo, una insinuación más, un gesto apenas perceptible. Una luz perenne que se posa en el reverso de la memoria para abstraerme de todo, mientras contemplo la inmensidad de tus pupilas, la vida en tus ojos y la intensidad de tu mirada.

FUENTES DE ENTUSIASMO

Cual reflejos del alma, en los ojos se concentran las pasiones de los que viven la vida, disfrutando de los momentos efímeros, de esas perlas del camino. Pues, como fuentes de entusiasmo, expulsan gotas de vitalidad, repletas de luz y osadía. La mirada es el espejo de un corazón valiente, inquebrantable y rocoso, que se abre paso a través de la espesura. La mirada delata y transmite.

Y entre ecos y susurros, una mirada musita plegarias de alegría al contemplar amaneceres inquietos, entre abrazos confortables y caricias en el tiempo. Todo lo dices con la mirada, incluso tu ánimo y el ímpetu de tus letras. La voz de tu olvido y el adiós inesperado a unos lances del ayer. Todo lo dices en esa mirada, incluso esa primera inocencia de una foto amarillenta, mirando a través de los cristales.

La mirada es ternura y pasión, perlas de un camino disfrutado y retazos de un amanecer prematuro. La mirada es luz y socorro, consuelo y partida, pañuelo y llanto, plegaria y sentimiento, descuido y paciencia. Con una mirada los dices todo, con una mirada contemplas la vida.

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ARRUGAS EN EL ALMA

Pero también, la mirada es intensidad, zapatos polvorientos, arrugas de un alma ocupada y desvelos de noches de cuna. Entrañables momentos de amistad sincera, rimas de un compás descompasado y un sinfín de caricias en el hueco de unos párpados. Mucho se dice con la mirada.

Recuerdos de veranos al sol, destellos de luna clara, amor por los cuatro costados, anhelos de besos perdidos y un cuento entre las sábanas del ayer, buscando cobijo en unas manos de niño. La mirada desvela el camino y muestra verdades.

Es lectura infinita, palabras de cariño indeleble, curiosidad serena, bosques añejos de piropos alejados, distancia entre amores rebeldes y una carta de despedida. Miras al horizonte pensado en su sonrisa y suspiras al viento esperando que el mensaje llegue alto y claro, en la botella de tus ojos. Espelo de venturas y límite de las estrellas.

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 DOLOR EN LAS PROFUNDIDADES

Pero en la travesía de la vida, entre temporales y vientos desfavorables, la mirada refleja el dolor de la mar, el quejido de las olas y la agonía del camino. Musita plegarias descorazonadas, buscando salidas imposibles y recursos iluminados. La mirada es congoja y pena, lamento y lágrima derramada por mejillas apresuradas.

Desdicha y pérdida, quebranto y miedo, desdén y espina… La mirada sucumbe al traspié del sendero y se impregna de pigmentos de negrura, escondiendo quejidos traicioneros. La intensidad de unos ojos medra en la niebla para sentir la tormenta de la pérdida y el adiós.

Todo lo dices con la mirada, en la transparencia de unas pupilas desesperadas por hablar, por decir cómo te sientes, como vives tu momento. Así que mira a la vida con alegría, con la valiente actitud del que se atreve a vivirla, a disfrutarla, soportando la lluvia en el rostro y los vaivenes del destino.

Contempla tu mundo, el ahora más aplastante, y adáptate el camino, mira atrás con devoción y comprobarás los pasos andados. El futuro está por venir y ya tendrás tiempo de mirarlo.

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