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Expresiones que vienen de lejos y que se instalan en el lenguaje cotidiano para señalar alguna postura, acto o actitud. Frases hechas, tópicos y dichos populares que tienen un origen supuesto, en una amalgama de aventuras, osadía y acción. Como la frase que nos ocupa: “Ni quito ni pongo rey, solo ayudo a mi señor”. ¿Quién la dijo? ¿Qué significa? ¿Para qué la utilizamos?

Cuando alguien, en alguna disputa o debate, dice de manera altanera y solemne: “Ni quito ni pongo rey” se refiere a que le da igual las posturas a debatir, ni los rivales, pues no toma partido por nadie. Únicamente se moverá por sus intereses personales, sin importarle el ganador del debate, y actuará conforme a esos criterios. Pero la expresión tiene un añadido “… pero ayudo a mi señor”. ¿Por qué?

Resulta que en el siglo XIV hubo una guerra dinástica en Castilla. Luchaban por el trono Pedro I, (para mi el Justiciero) y su hermanastro de padre, Enrique de Trastámara. Luchas sin cuartel, guerra civil, de las tantas que ha habido en España, por controlar el reino. Y para ello se usaron, tanto por una parte como por otra, tropas mercenarias. Del lado de Pedro I, lucharon los ingleses, con el Príncipe Negro a la Cabeza (Eduardo de Woodstock). Junto a Enrique lucharon mercenarios franceses, para intentar equilibrar la balanza. El escenario estaba a punto para el enfrentamiento.

Pero, a pesar de todas las batallas y combates, de los enfrentamientos y muertes, todo se dilucidó en el campamento, cuando los hermanastros, encontrados tras la contienda de rigor, se enzarzaron en una lucha sin cuartel, a muerte. Pedro y Enrique lucharon con denuedo e ira, rabia en la mirada y dispuestos a matar a su oponente. Riña tremenda que valdría un reino.

De repente, Pedro, se abalanzó sobre Enrique, lo derribó y se echó sobre él, dispuesto a ensartarlo con su espada. Pero, sin comerlo ni beberlo, alguien se lo impidió. Bertrand de Duguesclin, militar y condestable francés, que actuaba como soldado a sueldo de Enrique, entró a escena. Agarrando por la espalda a Pedro, que ya veía próxima su victoria, le impidió dar su golpe mortal. Enrique, aprovechando la ayuda, se levantó, se rehízo y cogió su espada.

El mercenario francés, adivinando el desenlace final, dijo mientras sujetaba con fuerza a Pedro: “Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor”. Y diciendo esto, Enrique mató a su hermanastro e inauguraba una nueva casa en el trono de Castilla: los Trastámara.

El francés, como soldado de fortuna, debía su lealtad a Enrique; realmente le daba igual quien fuera rey, pero ayudaba a quien le daba el oro, miraba por sus intereses e impuso su criterio personal. Y de ahí, de aquella batalla fratricida, donde Bertrand sujetó a Pedro mientras era asesinado, viene esa frase que utilizamos en ciertas ocasiones.

Así que, si un debate o disputa, no os importa ninguno de los contendientes, seguramente diréis, cuando os pregunten para que toméis partido: “Ni quito ni pongo rey”. Pero, al final, actuareis movidos por esos criterios personales, siempre pasa.