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Navegante y descubridores

Grandes navegantes y descubridores vieron la luz en el siglo XVI. España fue cuna de aquellas proezas. Derrotas por mares desconocidos, rumbos inciertos, tierras por descubrir y un mundo por explorar. La valentía por bandera y la historia por escribir. Pero siempre hay personas importantes en las sombras que ponen su grano de arena, que cimentan aquellos logros con sus estudios y publicación. Es el caso de don Pedro Medina, el cosmógrafo que sentó las bases de la navegación.

Sin saber a ciencia cierta donde nació, se cree que era de Sevilla y desde joven se destacó por su erudición. En 1520, llegó a ser el tutor del conde de Niebla, heredero del VI duque de Medina Sidonia, casa nobiliaria con la que mantenía una estrecha unión.

Una vez terminada aquella etapa de enseñanza, se entregó a su pasión con determinación y solicitó ser nombrado cosmógrafo, publicando, a su vez, “Libro de Cosmografía”, en 1538. Obtuvo la autorización para dibujar cartas de navegación y seguir escribiendo textos sobre pilotaje, así como sobre los instrumentos necesarios para marear en aquella ruta hacia el Nuevo Mundo.

Mejora de los elementos de navegación

En febrero de 1539 fue admitido como examinador de los nuevos pilotos que debían realizar la derrota de las Indias, trabajando asiduamente en el entorno de la Casa de Contratación en Sevilla. En aquel cometido se empeñó con interés, tomando nota de lo que consideraba mejorable. Y, ante todo el estudio realizado, se percató de los defectos que manejaban aquellos jóvenes pilotos.

Ante aquellos descubrimientos se dispuso a escribir al Emperador Carlos I una relación sobre el desorden que había en las cartas e instrumentos de navegación, así como en los exámenes de los pilotos y maestres. Aquella carta surtió unos efectos inmediatos y por Real Orden de 22 de febrero de 1545 se prohibió que se fabricasen cartas e instrumentos que, según Pedro Medina, perjudicaban a los estudiantes.

Y así, con aquellos mimbres, con aquel ánimo innovador, repleto de entusiasmo y con los estudios oportunos, aquel mismo año de 1545 se publicó su famoso “Arte de navegar” en 8 volúmenes, siendo, probablemente, una realaboración y ampliación de aquel primer Libro de Cosmografía, que ha sido inspeccionado previamente por el Consejo de Indias.

Arte de Navegar

El “Arte de Navegar” es el primer tratado europeo sobre navegación donde se recogen todas las reglas, secretos, directrices y avisos que los pilotos debes saber para que se lleve a cabo una buena navegación. Rumbos, derrotas, consejos, cálculos y maniobras para marear por los mares del mundo.

En este manual, imprescindible para navegar y crucial para avanzar en aquella materia tan compleja, colaboraron otros autores como Francisco Faleiro y Alonso de Santa Cruz. Y tuvo una gran relevancia internacional pues fe traducido 15 veces al francés (entre 1554 y 1663); 6 veces al alemán (entre 1576 y 1633); cinco veces al holandés (entre 1580 y 1598); tres veces al italiano (entre 1554 y 1609) y dos veces al inglés.

Ya, en 1552, se publicó un resumen en castellano titulado “Regimiento de navegación”, que solo incluía los aspectos y elementos necesarios para los pilotos. El manual se actualizó en 1563 con veinte advertencias adicionales que deben saber tales pilotos.

Cosmógrafo Real

Don Pedro, en 1549, fue designado cosmógrafo Real honorario y como tal realizó los primeros mapamundis, bastante exactos, en su “Cosmographia” publicada en 1550.

Como historiador, actividad con la que disfrutaba también, publicó en 1548 un libro dedicado al Felipe II, que por aquel entonces era príncipe. Se titulaba “Libro de grandezas y cosas memorables de España. Agora nuevo fecho y recopilado por el Maestro Pedro de Medina vezino de Sevilla. Tal libro fue ampliado y reeditado en 1595 y en él describía los hechos históricos más relevantes de España, con grabados importantes y transcripción de algunos documentos importantes, cuestión que deja a las claras su labor investigadora y erudita.

En aquel libro de Historia de España, donde reseñaba las hazañas e hitos del Imperio, Don Pedro de Medina escribe:

Habemos visto en nuestros tiempos que por la navegación de los españoles ha sido dada vuelta a todo el universo… Cosa es esta tan grande que después que Dios creó el mundo nunca tal se hizo, ni pensó, ni aún creyó ser posible. Y para esto no sólo han tenido y tienen esfuerzo y ánimo, pero la industria de saber hacer caminos por el agua donde natura los negó, y guiándose por una cosa tan movible como es el cielo y las estrellas, que en un solo punto no para, ellos tienen su cuenta tan justa y en punto, que un punto no les falta, con tanta certinidad que, siguiendo el arte, no pueden en ninguna guisa faltar…”

Hombre del Renacimiento

Don Pedro de Medina, un matemático paciente, un astrónomo avezado, un enamorado de la historia de España, un cartógrafo hábil y minucioso, un geógrafo eficiente y un válido asesor del Consejo de Indias. Un hombre del renacimiento que influyó notablemente en todas las expediciones marítimas, que marcó un antes y un después, con su famoso manual, en el arte de marear, dejando su sello en personalidades como Pedro Nunez y Michel Coignet.

Una personalidad, un hombre de su tiempo, un hombre de ciencia que bien merece ser conocido y reconocido por todo lo significó el siglo XVI en la era de los descubrimientos y en la navegación por el ancho de los mares y océanos. En la Antártida, en su honor, una montaña, lleva su nombre. Una pequeña mención para una carrera tan extensa. Sirva este escrito como homenaje.