Seguí el rastro de aquellas volutas de humo,
llevado por la añoranza y la tradición,
y conforme me acercaba a la esquina,
me iba impregnando de un aroma añejo,
viajando en el lindero de los sabores
y regresando al sendero de mi niñez.
Calles que achicaban los recuerdos,
la multitud caminando impaciente
las arrugas asomando por el alma,
los nervios de nuevo en el estómago
y las manos frotándose con rabia,
para espantar al frío hiriente de la tarde.
Y allí estaba de nuevo, el mismo puesto de siempre,
la misma mujer, con más años encima, pero igual de sabia,
maestra de verdades y musa del otoño.
Fuego y sal, fruto y tierra, hojas que vuelan
y el resquemor de un tiempo pasado
que me quema la piel con alevosía.
Y con el corazón expectante, el cartucho lleno,
y la memoria a flor de piel,
puse dos euros en las manos callosas de la mujer
y me dispuse a disfrutar despacio, sin prisas,
como si de un primer beso se tratase,de la primera castaña asada del año
Hola José Carlos,
El poema es precioso…
El otoño es un sinfín de sensaciones, protagonista de emociones y la manera de como nos sentimos y percibimos las cosas.
Esa mirada interior.
Cuidate mucho y un fuerte abrazo.
Pues si amiga, el otoño es un cúmulo de sensasiones, colores, aromas y recuerdos. Una mirada íntima y un paseo por las estampas del ayer. Me alegro que te haya gustado el poema, cargado de sabores y momentos de la infancia. Un fuerte abrazo. ¡Cuídate!
Un escritor de futuro