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Luchas palaciegas

A lo largo de la historia, la lucha por el poder a deparado curiosas historias dignas de una novela negra. Tronos usurpados, peleas entre hermanos, venenos que corrompen las entrañas, invitados indeseables que cruzan el estrecho para tomar partido por un candidato o intrigas palaciegas para derrocar al rey de turno. Todo por el trono, por el título.

Pero ser derrocado por gordo es harina de otro costal. Y concretamente eso es lo que le pasó al Rey Sancho I de León, apodado el Craso o el Gordo. Sí, por tener kilos de más, bastantes kilos de más, y perder el respeto a sus súbditos fue depuesto del trono por su tío Ordoño IV. Pero entremos más en detalle.

Sancho I, El Craso

Sancho era hijo del rey Ramiro II y de su segunda esposa Urraca Sánchez. Acomodado desde pequeño, vivió siempre en un continuo festín, comiendo sin parar a lo largo del día y si mover un músculo para ejercitarse. Cuando llegó al trono pesaba, según las crónicas 240 kilos y no podía subirse a su caballo ni tenia fuerza suficiente para sostener la espada. 

Resulta que cuando Ramiro II fallece, en el año 951, asciende al trono su hermano Ordoño III. Deseoso de coronarse rey, nuestro protagonista, al que le costaba levantarse de la cama, intentó disputarle el trono a su hermano, con el apoyo de la nobleza, su poderosa abuela Toda de Navarra y del conde de Castilla, Fernán González.  Lógicamente, Ordoño derrotó al obeso Sancho junto a las murallas de León.

Pero la fortuna llamó a las puertas de Sancho, pues su hermano, de repente falleció en el 956 y le tocaba a él ser el rey de León. Y aquí empezaron a surgir los problemas. 

Resulta que Sancho rompió los pactos que tenía su hermano con el los musulmanes del Califato de Córdoba así que estos mandaron un poderoso ejercito para luchar contra el monarca leonés. Con exceso de peso, sin preparación alguna y menos disposición fue derrotado en el año 957. Eso aumento su desprestigio, así que el propio conde Fernán González, junto con muchos nobles leoneses y castellanos, derrocó al obeso e incapaz monarca.

Dieta Radical en Córdoba. Toca ser Rey.

Perdido, el obeso rey acudió pidiendo auxilio a su abuela Toda Aznárez de Navarra, una mujer que bien merece un artículo y que lo dejaremos para otra ocasión. Ésta, atrevida y con decisión, pactó con Abderramán III para que su médico personal, Hasday Ibn Saprut ayudara a su nieto a perder peso para poder recuperar el trono. A cambio, el califa musulmán, recibiría varias plazas en la ribera del Duero.

La reina Toda y Sancho viajaron a Córdoba en el 958 y el famoso médico empezó a tratarlo de la obesidad tremenda que tenía (hoy la llamaríamos mórbida). Dicen las crónicas que le cosió la boca, que lo encerró en una habitación, que le impidió que probara bocado durante 40 días y que solo lo mantenía a base de unas raras infusiones. 

Al pasar el tratamiento y al haber perdido un peso considerable, el trato se cumplió y en el año 959, un ejército mixto, entre pamploneses y musulmanes, tomó Zamora, y León en el 960. Sancho, luciendo palmito, recuperó su trono y su tío Ordoño huyó a Asturias. 

Pero al poco de llegar al poder, se olvidó del trato con los musulmanes que, traicionados, pasaron a apoyar a su tío Ordoño. Pero, ya recuperado de sus facultades, olvidada la obesidad, aquel peligro no pasó a mayores y solo se quedó en alguna que otra incursión o razzia. 

Cumplir el trato: Recuperando el Trono

Sancho I de León, al que apodaron “El Craso”, además de la fundación de algún que otro monasterio, pasó el resto de sus días desmontando rebeliones nobiliarias y viendo como los condes castellanos y gallegos obtenían más independencia. 

Sí, cierto es, un rey depuesto por su obesidad excesiva, se sometió a un tratamiento radical, mediante el cual le cosieron la bocal para perder lo que le sobraba y así recuperar su reino. Detalles de una historia apasionante, momentos de una historia insuperable. Nuestra historia.