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La poesía es pintura de los oídos, como la pintura poesía de los ojos”

Lope de Vega

Y a través de la pintura conocemos la historia, percibimos, sentimos y llegamos a tocar con los dedos esa línea que separa lo real de lo etéreo. Pinceladas de luz en el optimismo de la razón, buscando un gesto, una caricia, una mueca sincera, un guiño a la vida o un retrato del alma. Esbozos y retazos que devienen en cielo de filigranas ante la mirada atenta del artista, meticuloso y templado, que cuida cada detalle, cada tono, cada trazo.

Y con la pintura se expresó, como si de poesía se tratase, Sofonisba Anguissola, la pintora italiana cuya fama ha perdurado en el tiempo, no solo por el tratamiento de la luz de sus obras, con un marcado estilo lombardo, con unas pinceladas repletas de vivos colores, sino también porque fue la retratista de Felipe II. Pero, ¿Cómo llegó nuestra protagonista a retratar al rey? ¿Cómo llegó a la corte española?

Artista precoz

Antes de llegar a ese punto, debo comentar que desde la niñez, Sofonisba destacó en las artes pictóricas. Así, junto con sus hermanas Lucía y Elena, estudió bellas artes, música y humanidades en Cremona de la mano del maestro Bernardino Campi y, posteriormente, con Bernardino Gatti. Una precoz artista, de fácil trazo, que dominaba el retrato individual y que, poco a poco, fue ganándose la admiración de propios y extraños.

Cuentan que incluso el gran escultor del momento, Miguel Ángel Buonarroti, quiso ayudarla en su crecimiento, en su evolución, por lo que le enviaba bocetos personales para que practicase copiándolos. Sofonisba evolucionaba a pasos agigantados, dándose a conocer y plasmando la realidad que le rodeaba. La pasión rebozaba en sus lienzos.

Y en ese crecimiento artístico, con la fama ya ganada, en 1558 la conoció Fernando Álvarez de Toledo, el Duque de Alba, pues hizo un retrato suyo y éste quedó prendado del trabajo de la pintora, recomendándola para la corte de Felipe II. El rey, haciendo caso de la recomendación, la llamó como dama de corte de su esposa, Isabel de Valois, concediéndole 100 ducados anuales como pensión.

Sofonisba en la corte de Felipe II

A finales de 1559, justo antes de que celebrasen las bodas reales entre Felipe II e Isabel, Sofonisba llega a España y llegó con energía, con ilusión y ganas de mostrar su val. Así, desde un primer momento, empezó a impartir clases de pintura a la Reina, a los infantes y a otros miembros de la nobleza. Aquella habilidad para impartir, aquella paciencia y sabiduría fue cobrando fama. Se hizo pronto con un hueco importante en la corte, donde también empezó a crear para la posteridad.

Pero, quizás por el destino, los cánones pictóricos o la tradición de que fuesen hombres los pintores reales, muchas de sus obras fueron atribuidas a otros autores de la corte.

En 1561, el Papa Pío IV encargó a Sofonisba un retrato de Isabel de Valois, que fue enviado a Roma, donde causó admiración. También pintó otros cuadros de la reina que sirvieron de modelo para los que pintaron Alonso Sánchez Coello, Juan de Pantoja o el mismo Rubens.

Sofonisba Anguissola

La partida de ajedrez – 1555

Una maestra de la pintura

En aquella época, durante su estancia en la corte española, Sofonisba pintó su autorretrato para enviarlo a su familia en Italia. También retrató al príncipe Carlos en un par de ocasiones, así como a Alejandro Farnesio, además de un nuevo cuadro de Isabel. Iniciativa y creatividad para una mujer adelantada, una artista tremenda que dejó huella.

Y también de aquella época tan prolífica son los cuadros de Felipe II y Ana de Austria, pintados en 1573. Durante muchos años fueron atribuidos a otro autor hasta que se estudiaron en profundidad y se comprobaron que los había realizado Sofonisba, la maestra italiana.

Tal influencia tenía que cuando Isabel de Valois falleció, Sofonisba permaneció en la corte durante un tiempo, encargada de la educación de las infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela. A partir de este momento se empiezan a realizar gestiones para asegurar el futuro de la pintora, maestra y dama de corte, por lo que se acordó el matrimonio con el hermano del Virrey de Sicilia, Fabrizzio de Moncada, y se le asignó unas rentas. La boda, celebrada con gran boato, fue en 1573 y Sofonisba, desde entonces, se fue a vivir a Palermo, junto a su esposo.

De nuevo en Italia

Cuando en 1579 fallece su marido, Sofonisba se traslada a Cremona, donde nació, volviéndose a casar en 1580 con el noble genovés Orazio Lomellino, estableciendo su residencia en Génova. Allí, apartándose de los convencionalismos, inicio una excelente etapa creativa pintando a la infanta Catalina Micaela en varias ocasiones. Uno de esos cuadros, titulado “La dama de armiño”, fue atribuido, durante mucho tiempo al Greco.

Viuda por segunda vez, se traslada a Palermo donde fallece en 1625, habiendo pintado su último autorretrato en 1610, donde ofrece una imagen madura, en una hermosa vejez.

Numerosos cuadros magníficos, retratos llenos de vida y colorido, miradas cómplices de los modelos, delicadeza en el trazo, una magia en el pincel que rebosa entusiasmo, una maestría que la encumbró y una huella dejada para la posteridad y que dio fe la corte española. Sofonisba Anguissola, la pintora que retrató a Felipe II.

Sofonisba Anguissola

Felipe II