Siempre quedó aquel verano…
con los momentos de un viaje
que me sobrecogieron,
que me invadieron y me llenaron,
para llevarme por senderos abruptos,
y por veredas desconocidas,
entre distancias imaginadas,
regueros de luz y deseos de aventura.
Y otra vez aceleraba…
sentía la vida golpearme en la cara,
mientras te agarrabas a mi cintura,
como si no hubiese un mañana,
apretando los lazos en mi espalda,
aspirando la fragancia intensa,
susurrando secretos al oído
y escuchando el latido de la carretera.
No había más, solo la moto y tú…
el asfalto y aquel sol de poniente,
el sentido que impaciente bullía,
tu presencia en mi nuca,
el paisaje que me embriagaba
y los caballos que rugían,
sin destino, sin rumbo
pues no había nada que perder.
Y me dejé llevar por las señales…
por las caricias del motor,
por la razón del estío,
por las ruedas y la emoción
de una estación, de un albergue,
de un equipaje desaliñado,
de una venta de carretera
y un beso robado.
Y el camino nos pertenecía…
éramos centauros indómitos,
en aquella jungla de acero,
dueños de nuestro destierro,
dominadores del destino,
moteros a tiempo completo
y jinetes abducidos,
en un mundo sin fronteras.
Sí, todo quedó en el recuerdo…
la memoria en los bolsillos,
una mochila raída
una mirada transparente,
que contemplaba el firmamento,
libre y espléndida,
mientras devoraba los kilómetros
con la vitalidad en la maleta.
Cierto, no hubo más…
solo amor a horcajadas,
el trayecto y tu compañía,
la pasión y el desenfreno,
la odisea en las entrañas
a una velocidad equilibrada,
con aquella vespa para el verano,
y una ilusión de por vida.
Hola José Carlos,
Todo queda en la memoria, en el recuerdo.. en una ilusión de Amor.
Un abrazo.
Totalmente amiga. Esos recuerdos que quedan grabados en el alma para siempre.
Un abrazo
Preciosa experiencia… ♥
Hola Loli, me alegro que te haya gustado. Un cordial saludo