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El Gran Cisma de Occidente

Cuando nos enrocamos en una posición, cuando no damos nuestro brazo a torcer, cuando nos cerramos en banda y mantenemos una postura a pesar de estar todo en nuestra contra, se le denomina “mantenerse en sus trece”. Pero, ¿de dónde viene esta expresión tan castiza?.

Hay tres hipótesis. La primera está relacionada con los trece principios en los que se sustenta el judaísmo, a los que muchos judíos se negaban a adjurar, en la conversión forzosa de los judíos, tras los pogromos de 1391. La segunda proviene de un juego de carta medieval en el que los jugadores se plantaban en el número 13. Y la tercera, la que parece más plausible, es que la que protagoniza el Papa Luna.

Resulta que entre los años 1378 y 1417 se produjo el Cisma de Occidente, conocido también como el Gran Cisma de Occidente o Cisma de Avignon. ¿Cuál era el problema? En la iglesia católica se produjo una división importante dado que hasta 3 obispos se disputaron la cede pontificia. Es decir, hubo un momento en que la iglesia llegó a tener 3 Papas: El de Roma, uno nombrado en Avignon y otro en Pisa

Aquello era un problema grave pues no había una cabeza visible que dirigiese los pasos de San Pedro y el Concilio de Constanza intentó atajarlo buscando una solución. Y propuso que los tres que renunciaran para poder elegir un Papa para toda la cristiandad. Todos renunciaron menos Pedro de Luna, llamado el Papa Luna o Benedicto XIII, el Papa español, nacido en el pueblo aragonés de Illueca.

El aragonés, don Pedro de Luna

Don Pedro descendía de una familia noble, pariente de reyes y arzobispos, lo que hizo de él un joven cardenal que residió en Roma durante muchos años. Al pronto de estar en la Curia Pontificia destacó por su cualidad humana y por su extensa cultura. Defensor acérrimo de su convicciones, llevaba una vida austera y se alejaba del lujo. Era respetado y temido a la vez.

Como cardenal participó en la elección del Papa Urbano VI pero al poco dudó de la legitimidad de la elección y empezó a dar sus opiniones, las cuales arrastraron muchos cardenales. Aquellas dudas empezaron a crecer y a dividir la iglesia. División que dio lugar al famoso Cisma de Occidente. Pedro mantenía que debía declararse nulo el nombramiento de Urbano VI y se alzó defensor de la elección de una nuevo papa, Clemente VII, del que se erigió en defensor a ultranza y brazo derecho. Viajó por Europa y negoció con dureza, demostrando tenacidad, para que todos reconociesen al nuevo pontífice.

Como curiosidad, don Pedro de Luna fue la figura principal en las difíciles negociaciones de Caspe en las que se resolvió la crucial sucesión de Martín el Humano en el Reino de Aragón y de la que ya hablé en el artículo El Compromiso de Caspe, cimentando la monarquía hispánica

Benedicto XIII

 

Benedicto XIII el elegido en Avignon

Resulta que en el año 1378 muere Clemente VII y los cardenales, reunidos en Avignon, eligen a don Pedro como su sucesor, adoptando el nombre de Benedicto XIII (este papa era apoyado por el rey francés). Pero resulta que en Roma había otro Papa y la iglesia vivía el Gran Cisma de Occidente. Ambos se excomulgaron mutuamente.

Mientras que en Roma se sucedían los Papas, Clemente VII, el Papa Luna, se mantenía firme en el pontificado. El cisma se prolongaba en el tiempo y aquello preocupaba a los reyes y al pueblo. La crisis se agravó cuando en 1409, en el concilio de Pisa, se eligió a nuevo Papa, por lo que la guerra se recrudeció.

En aquella situación, todos coincidían en una solución: la renuncia de todos y la elección de un único Papa. Así, tras el Concilio de Constanza, en 1413, todos los papas renunciaron menos don Pedro, que se mantuvo firme: unas veces anunciado un aplazamiento de su renuncia, otras exigiendo condiciones inaceptables y otras negándose en redondo a abandonar la dignidad papal. Ante aquellas artimañas, sus más fieles seguidores, entre los que estaban los reyes españoles, le fueron abandonando. Y tras el Concilio fue declarado antipapa y usurpador, mientras se elegía un nuevo Papa.

Benedicto XIII se mantiene en sus trece

Solo, enrocado en su postura, se refugió en el Castillo de Peñíscola, en Castellón, manteniendo su corte, nombrando obispos, imprimiendo sus sellos y acuñando sus monedas, pues seguía considerándose el único papa legítimo. Se cuenta, se dice, que en este retiro se encontraba y no se dejaba de repetir: «Papa sum et XIII (papa soy y el decimotercero). Obstinación del papa, que llevaba asociado a su nombre el guarismo XIII. Así, don Pedro de Luna, el Papa Luna, se mantuvo firme e hizo famosa la frase “mantenerse en sus trece” pues resistió hasta el final de sus días, sin dudar ningún instante del derecho que le asistía como único y verdadero Sumo Pontífice.

Peñíscola